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Jorge Capello

Desmiento...

Abuela, no les creas. Es posible que vengan a decirte que olvidé las plantas de tu patio, que ya no tiemblo de miedo en los zaguanes, y ni siquiera canto. También levantarán la sombra de algún amor que anduve asesinando, en esos tiempos de naufragios galerías, y sótanos y oscuridad. Y basta. Insistirán diciendo que he crecido, que no reparto a ciegas la sonrisa, que tengo un juicio claro de las cosas, un estatuto de vivir a plazos, y tantos otros modos positivos. No les creas, abuela, no he perdido mis salvajes costumbres, sigo amando el fantasmal perfil de los otoños, los eclipses en marzo, la encendida tierra que engendró tu muerte, y el áspero color de los limones. Suelo llorar porque sí, porque me duele regresar entre mendigos por las noches, envenenada de perros y en silencio. Además me sigo enamorando. En síntesis, abuela, no he cambiado, sólo la soledad un poco más madura, y una violencia nueva y la tristeza. Pero vos sabés, abuela, corresponde.

Nira Etchenique

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